El cobre es un mental que se encuentra presente en el día a día de cada uno de nosotros. Se caracteriza, fundamentalmente, por su capacidad de ser un gran conductor eléctrico. Se utiliza en la industria telefónica, automotriz, eléctrica, química, entre muchas otras. Nuestros teléfonos, las farolas de las calles por las que caminamos y los cables del tren en los que viajamos son algunos de los ejemplos en los que podríamos observar la presencia del cobre en nuestra vida diaria. Prácticamente, no hay calle en la que caminemos y, al mirar hacia arriba, no veamos redes de cableados.
Al ser un metal con tanta presencia en todo tipo de industria, es uno de los más consumidos, pero a su vez, de los más robados, lo que sucede por diversos motivos: su precio de mercado, su facilidad de hurto, sus extensas posibilidades de uso, su baja complejidad de venta y su amplio mercado negro en el que no interesa de donde proviene el cobre llevado por los vendedores.
Generalmente, el proceso consta de tres etapas: el robo, su venta a una recicladora/chatarrería clandestina y su posterior venta a una fundición para que la misma produzca lingotes, tubos y/o aleaciones. Por ende, el ingreso del material robado se suele hacer a través de recicladoras clandestinas en las que no se toma ningún tipo de precaución en razón del origen del material sea por negligencia o dolo según el caso específico.
No hay dudas de que las recicladoras, no clandestinas, son las grandes protagonistas que contribuyen a que no se desarrolle el mercado del cobre robado. Algunas de las medidas de prevención que toman son comprar metal únicamente a autónomos o empresas y solicitar documentación. A pesar de ello, no siempre se puede tener la plena certeza.
A su vez, aunque parezca extraño, la compra de material robado no es el único fraude que se realiza. En algunos casos, el interés pasa por ser robado. Por ejemplo, desarmar ciertas construcciones requiere de permisos de demolición, licencias de manejo de residuos y contrataciones de empresas que se ocupen de todo lo relacionado al proceso de desarme. Por ende, muchas veces simplemente se abandona el lugar para que los que roban realicen la tarea que le costaría tiempo y dinero a la persona encargada.
El rol de las autoridades policiales también es muy importante. A modo de prevención, suelen realizar inspecciones sorpresa, basadas en investigaciones o de manera aleatoria, en centros de reciclaje. En las mismas, inspeccionan el material y solicitan todo tipo de documentación pertinente. En muchos casos, se ha encontrado material robado, ya que, el plástico que recubre los cables tiene una numeración que permite rastrear su procedencia. El problema se produce cuando los mismos se pelan y pierden todo tipo de rastro para siempre. También analizan el tipo de corte de los cables, por ejemplo, si tiene un corte parejo y prolijo, lo más probable es que se haya realizado con una máquina, si el corte es irregular, existe la probabilidad de que haya sido hurtado.
La mayor gravedad de los robos se relaciona no con la pérdida económica sino con la paralización de la actividad. La tarea de reinstalar un alumbrado o el cableado de un transporte puede llevar días. El material se repone, pero los días sin actividad implican menores ingresos, clientes insatisfechos, compromisos no cumplidos y muchos más efectos negativos, lo que lamentablemente nos muestra que los daños colaterales suelen ser mayores que el botín en sí mismo.